Nos conocimos. Un día de un ańo cualquiera. Hablamos. Compartimos inquietudes, deseos, nuestra historia, nuestros miedos.
A veces nos costaba dejar de hablar. Otras, de abrazarnos. Siempre compartiendo un mismo carińo y una misma forma de pintar el mundo a nuestro paso.
Nos ayudamos. A ver la vida desde otro lugar, a vernos en el reflejo de otros espejos. Sonreimos mucho. Nos enfadamos algunas veces, nos reímos muchas más.
Brillaba el cielo por encima de nuestros pies, compartiendo sin saberlo un espacio y tiempo que quedaría anclado para siempre en el lienzo infinito de la vida por llegar.
Mantuvimos el alma encendida con el brillo de esa misma forma de ver más allá de lo que uno ve o cree que puede encontrar.
Esas pinceladas tan nuestras de colores intensos y trazo entusiasta que vestían nuestros sueńos siguen, hoy, flotando en el aire.
Comparten espacio con nuestra vida cotidiana, con el círculo de la rutina que nunca para, nunca se detiene, que siempre tiene prisa.
Sin embargo, a veces, algo la hace detener (un recuerdo ligado a una foto, una canción, una celebración..) y respiramos profundamente para volver a ese instante compartido con un hermano, unos padres, mi amigo, mi amiga, un compańero, aquella sonrisa..
Es en ese silencio y esa calma donde los colores, ocultos tras varias capas de apresuradas tareas, plazos, proyectos, pensamientos y preocupaciones, se restauran trazo a trazo, haciéndose nuevamente visibles a nuestros ojos.
Y entran en nuestro corazón con la misma intensidad con la que un día salieron. No importa si fueron colores mezclados en un enorme lienzo, o fueron fugaces cuadros impresionistas de juventud o aquellos primeros garabatos de nuestra infancia que guardamos con cariño.
No importa la edad ni la fecha en que los hicimos: si fueron auténticos, si los sentimos como nuestros, permanecerán siempre ahí, como un regalo intemporal en un lugar privilegiado de nuestra memoria.
Es por eso que, cuando volvemos a encontrarnos con aquellas personas con las que compartimos aquellas pinceladas, sentimos que no ha pasado el tiempo.
Tan solo es necesario aflojar el paso unos instantes, abrir la caja de pinturas y volver a coger aquellos pinceles olvidados al fondo de nuestras ocupaciones.
Conseguiremos, de esta forma, volver a pintar juntos en el aire por unas horas. Se sumarán nuevas experiencias vividas que ańadirán otros matices, otro brillos y formas de ver la vida.
Y volveremos a compartir el mundo que nos rodea, iluminando nuestros días con nuevas pinceladas flotando en el aire, renovándose a cada nueva cita, a cada mirada y abrazo, pintando un cielo de colores infinitos sobre nuestras rutinas.
© Jugadora1
Bonito post 🙂 Feliz 2017, sigue pintando, que se te da muy bien!
Me gustaLe gusta a 1 persona
No sé si mi comentario anterior se ha enviado… pero era breve así que lo podré repetir: Feliz 2017 y que sigas pintando maravillosas experiencias durante este nuevo año.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias owildegray! Lo mismo digo 😉 ¡Feliz 2017! ¡Un abrazo!
Me gustaMe gusta
Es precioso lo que dices, me ha llegado al corazon cuando lo he leido al tiempo que han surgido todos esos colores que permanecen en mi interior, esas pinceladas. Eres una crack, sigue pintando asi este mundo tan incierto. Besos. Eu
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Eu!!! Sigamos pintando juntas!! 😉 ¡¡un abrazo!!
Me gustaMe gusta
Maravillosas pinceladas.
Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola siempre resulta agradable el poder pintar la vida con esos colores que nos hace sentir con mayor fuerza, algunos momentos vividos que no tienen desperdicio alguno por su papel importante en el momento propicio.
Un saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias emiddcc!! Un abrazo!!
Me gustaMe gusta